Músico

Alejandro Blanco-Uribe es un músico sui géneris. Desde muy joven aprende a tocar varios instrumentos, de manera autodidacta, mientras se hace integrante de numerosas bandas e interpreta música de distintos géneros. Funda agrupaciones de vanguardia, en las que comienza a innovar como percusionista y compositor interesado en hacer una música nueva. Blanco-Uribe se caracteriza por ser creador de música y sonidos experimentales tanto para espectáculos en vivo –danza, teatro y musicales–, instalaciones y piezas de arte, como para cortos, documentales y largometrajes.

La Banda Municipal

Pasan un año armando el concepto, ensayando en una casa que Alejandro alquiló en Gavilán, e incorporando una nueva dinámica creativa en la que Gerry, Vinicio y Alejandro aportan los temas musicales, que desarrollan entre todos, y rotándose la dirección del ensayo cada semana.

Además, La Banda Municipal fue la primera agrupación en Venezuela que tuvo un ingeniero de sonido fijo, como miembro de la banda, y un director de arte e iluminación, que en este caso se trató del artista, diseñador y fotógrafo Antonio Huizi

El único registro de sonido que se conservó de La Banda Municipal fue el del concierto que se dio en el Teatro Municipal de Valencia, en el año 1974. La grabación tuvo limitaciones técnicas de sonido y no resultó de buena calidad, razón por la que Blanco-Uribe había solicitado no divulgarla. Sin embargo, el material se coló clandestinamente.

Décadas después, por el año 2007, Gregorio Montiel Cupello convoca a los integrantes de la banda para proponerles editar un disco CD con estas grabaciones.

La grabación se restaura digitalmente y el disco-CD-álbum: La Banda Municipal. Música del subdesarrollo (Esperanto 2008), sale en el año 2008.

Gerry Weil: piano y teclados; Vinicio Ludovic: guitarras, marimba y flautaç Alejandro Blanco-Uribe: percusión y efectos de sonido; Edgar Saume: batería y trompeta; Richard Blanco-Uribe: bajo eléctrico y acústico; Rafael Herrero: mánager; Antonio Huizi: diseño y fotografía. 

Uso de la percusión completa

Blanco-Uribe se destaca como músico junto a Gerry Weil, Vinicio Ludovic, Edgar Saume y su hermano Richard Blanco-Uribe, con la agrupación de vanguardia La Banda Municipal, pionera en la fusión de la música de jazz experimental, rock y música tradicional venezolana, siendo Blanco-Uribe recordado por su papel innovador en el uso completo de la percusión y experimentación del sonido como arte.

Blanco-Uribe había decidido concentrarse más en la percusión pues venía sufriendo de un trastorno neurovegetativo en las manos, que le impedía avanzar mucho más con instrumentos como el piano.

Entonces, en todo ese tiempo, comienza a ampliar el espectro de la percusión, haciendo uso de la percusión completa e incorporando sonidos y elementos teatrales como sonidista, mientras la preparación de la banda coincide con el auge de un jazz de vanguardia y de un movimiento de música electrónica que había nacido después de la Segunda Guerra Mundial.

Único registro de LBM

El único registro de sonido que se conservó de La Banda Municipal fue el del concierto que se dio en el Teatro Municipal de Valencia, en el año 1974. La grabación tuvo limitaciones técnicas de sonido y no resultó de buena calidad, razón por la que Blanco-Uribe había solicitado no divulgarla. Sin embargo, el material se coló clandestinamente.

Décadas después, por el año 2007, Gregorio Montiel Cupello convoca a los integrantes de la banda para proponerles editar un disco CD con estas grabaciones.

La grabación se restaura digitalmente y el disco-CD-álbum: La Banda Municipal. Música del subdesarrollo (Esperanto 2008), sale en el año 2008.

Gerry Weil: piano y teclados; Vinicio Ludovic: guitarras, marimba y flautaç Alejandro Blanco-Uribe: percusión y efectos de sonido; Edgar Saume: batería y trompeta; Richard Blanco-Uribe: bajo eléctrico y acústico; Rafael Herrero: mánager; Antonio Huizi: diseño y fotografía. 

Temas

El Manguito (Alejandro Blanco-Uribe)
Guasa 1 (Vinicio Ludovic)
Plaza de El Hatillo (Gerry Weil)
Emtsa Nº 3 (Vinicio Ludovic)
Tumbao en 11 (Gerry Weil)
Mandinga y San Gabriel (Gerry Weil)
El valle de San Javier (Gerry Weil)
Banda Municipal (Vinicio Ludovic)

La edición se agotó en pocas semanas, pues se trataba de un documento de arqueología musical que era importante rememorar y que además contaba con el diseño y un trabajo fotográfico de alta calidad de Antonio Huizi, director de arte de La Banda Municipal, que había compilado un extraordinario registro fotográfico, aparte de ser el diseñador gráfico de los afiches, los avisos y los programas de la banda.

rdado por su papel innovador en el uso completo de la percusión y experimentación del sonido como arte.

Blanco-Uribe había decidido concentrarse más en la percusión pues venía sufriendo de un trastorno neurovegetativo en las manos, que le impedía avanzar mucho más con instrumentos como el piano.

Entonces, en todo ese tiempo, comienza a ampliar el espectro de la percusión, haciendo uso de la percusión completa e incorporando sonidos y elementos teatrales como sonidista, mientras la preparación de la banda coincide con el auge de un jazz de vanguardia y de un movimiento de música electrónica que había nacido después de la Segunda Guerra Mundial.

Alejandro Blanco-Uribe con LBM en la Universidad Simón Bolívar / Foto de Antonio Huizi

La Banda Municipal en Gavilán. De izquierda a derecha: Gerry Weil, Vinicio Ludovic, Alejandro Blanco-Uribe, Edgar Saume y Richard Blanco-Uribe / Foto: Antonio Huizi

Alejandro Blanco-Uribe con LBM ensayando en su casa en Gavilán / Foto de Antonio Huizi

Portada del disco CD de La Banda Municipal / Diseño: Antonio Huizi

El manguito

«El manguito» es un tema compuesto por Alejandro Blanco-Uribe y publicado en la edición especial del disco-CD-álbum: La Banda Municipal. Música del subdesarrollo (Esperanto 2008), una producción a cargo de Gregorio Montiel Cupello, que reúne la restauración del único registro de sonido conservado de LBM: el concierto en el Teatro Municipal de Valencia (1974), grabado por Uwe Pauser, así como una buena parte de las fotografías y el material gráfico realizados por Antonio Huizi durante esa primera mitad de los años 1970.

Música para danza

Simultáneo a su participación como músico en bandas y a su trabajo en la radio, Blanco-Uribe compone e interpreta, junto a Vinicio Ludovic, música en vivo para un grupo de danza contemporánea, Contradanza, con el que hace varias giras por el país.

Esta música, que llamó mucho la atención por la vanguardia que traía, estuvo hecha de pura percusión y con una técnica distinta que consistía en hacer una música inspirada en la danza, y no a la inversa, como comúnmente se realizaba.

Cortos y documentales

En esta época de los años setenta, los cineastas Antonio Llerandi e Iván Feo le solicitan a Blanco-Uribe componer la música para un cortometraje que dirigían, que se tituló Se mueve, y que trata con Contradanza el mismo tema de indagación sobre el lenguaje de la danza contemporánea.

Esta música, que llamó mucho la atención por la vanguardia que traía, estuvo hecha de pura percusión y con una técnica distinta que consistía en hacer una música inspirada en la danza, y no a la inversa, como comúnmente se realizaba.

A partir de este cortometraje, la carrera artística y musical de Blanco-Uribe, como realizador de música para cine, va a ser reconocida y se va a consolidar durante las próximas décadas.

Otras experiencias que marcan su carrera como compositor, continúan también con Antonio Llerandi, a raíz de una instalación que se hizo en Macuto, en El Castillete, hogar y taller del pintor Armando Reverón. Blanco-Uribe se hace cargo de crearle un ambiente sonoro a El Castillete.

Aquí realiza la música con puros instrumentos de percusión y cantos indígenas. Además, le añade voces a la música que toma de entrevistas hechas a vecinos que imitaban la voz de Reverón, cuando llamaba a Juanita, su compañera.

También, por ese tiempo, recibe la propuesta del entonces gobernador del Distrito Federal, Diego Arria, para hacerle la música a un documental sobre Carlos Cruz-Diez, quien ya era un artista consagrado internacionalmente y hacía una retrospectiva en la Gobernación de Caracas.

Música electroacústica

A pesar de haber pasado por algunos conservatorios de música en Caracas, como el Conservatorio Nacional de Música Juan José Landaeta, y de haber recibido clases privadas e iniciado estudios de música con Gerry Weil y José Antonio Abreu, Blanco-Uribe no contaba con grados formales como los que se requerían para ingresar a estudiar en una institución académica tan exigente y prestigiosa como el Royal College of Music de Londres.

Sin embargo, gracias a un colega amigo peruano que estaba ingresando a esta institución, consigue una entrevista con el director y decide mostrarle uno de los documentales en 35 mm, a los que les había realizado la música y el sonido, y que trataba sobre el problema del transporte en Caracas.

Es aceptado por esta pieza y entra a estudiar composición de música electroacústica. Mientras estudia, envía semanalmente su programa radial titulado Desde Londres, a La Emisora Cultural de Caracas, y toca ocasionalmente música pop, rock y electroacústica en algunos teatros, clubs de música y universidades de Londres.

Al finalizar sus estudios, recibe el reconocimiento a la mejor composición de la maestría, realizada con la manipulación y edición de un solo sonido musical.

Alejandro Blanco-Uribe en montaje con Contradanza / Foto de Antonio Huizi

Alejandro Blanco-Uribe y Vinicio Ludovic junto a Hercilia López y demás integrantes de Contradanza / Foto: Antonio Huizi

Alejandro Blanco-Uribe con LBM en los Estudios Larrain / Foto de Antonio Huizi

Alejandro Blanco-Uribe con LBM en los Estudios Larrain / Foto de Antonio Huizi

El canto de las sirenas

A su regreso a Caracas, y estando al frente del Estudio Odisea, Fundarte le pide a Blanco-Uribe, como compensación del aporte económico que le había otorgado, que realice una obra con todo ese conocimiento intelectual y técnico que había adquirido en Inglaterra. Entonces Blanco-Uribe concibe una obra musical de vanguardia, multiarte y multimedia, inspirada en el canto duodécimo de la obra fundamental de la épica griega La Odisea de Homero, y que tituló El canto de las sirenas. Ver sobre este tema a partir del minuto 10:18′ hasta los 12:35 minutos.

Estudio Odisea

Al frente de su estudio, Blanco-Uribe se dedica a la elaboración de discos de ediciones limitadas de música clásica y tradicional venezolana financiados por empresas e instituciones públicas y privadas, mientras se coordinan grabaciones y producciones discográficas de todo tipo de género musical, mientras realiza su primera composición de música para largometrajes y su primera obra musical titulada El canto de las sirenas.

En Odisea, Blanco-Uribe realiza su primera composición de música para largometrajes, oficio que considera su mayor satisfacción artística, y su primera obra musical titulada El canto de las sirenas, inspirada en el canto duodécimo de la obra fundamental de la épica griega La Odisea de Homero.

En cuanto a su primer trabajo para un largometraje, el cineasta Diego Rísquez lo visita y le pide hacerse cargo, en un fin de semana, de la música y banda sonora de Bolívar, sinfonía tropikal (1980) ya que se trataba del primer largometraje realizado en Súper-8 que tenía que ser convertido a 35 mm con urgencia en Los Ángeles, para poder ser presentado en distintos festivales de cine a nivel nacional e internacional.

La pieza logra reconocimientos, entre ellos, en el Festival de Cannes, y el “Premio a la Mejor Música” para largometraje, realizada por Blanco-Uribe, en el Festival del Cine de Mérida. 

Una obra multiarte y multimedia

En cuanto a El canto de las sirenas, se considera, en los estudios sobre la música electroacústica, que la primera referencia en la literatura universal que tiene que ver con el sonido como generador de sensaciones, emociones, atracciones e ilusiones, surge de la interpretación contemporánea que se hace de este canto.

Blanco-Uribe entonces produce un espectáculo sobre este tema que integra música, danza y audiovisuales.

La obra se estrena para la celebración del primer centenario del Teatro Municipal de Caracas, por petición de Elías Pérez Borjas, entonces director de Fundarte. Pero la promoción del evento falla y esto hace que luego de presentarse la obra durante 4 funciones seguidas, Blanco-Uribe se vea forzado a vender el estudio para cancelar las deudas contraídas que le generó este espectáculo.

Para crear esta obra musical, multiarte y multimedia, Blanco-Uribe se inspira en el momento en el que Ulises y sus compañeros de embarcación se tapan los oídos para no escuchar el sonido de las sirenas, ya que si lo escuchan, se pueden alienar, volver locos y hasta morir. Blanco-Uribe señala que precisamente este episodio de La Odisea se constituye en la primera referencia clave de la Literatura universal para la cultura de la música electrónica, que tiene que ver con el sonido como elemento embriagador, generador de sensaciones, emociones, atracciones e ilusiones. 

En la portada se aprecia un fragmento de la escena alusiva al Canto duodécimo de La Odisea de Homero, pintada en un jarrón (Vulci 480-450 a.C. / Odysseus and the Sirens, Museo Británico de Londres)

Música para largometrajes

Siendo músico multiinstrumentista, compositor y sonidista e iniciándose paralelamente como productor musical y de espectáculos, director ejecutivo de empresas culturales y de contenidos audiovisuales, Blanco-Uribe realiza la música y la banda sonora para los 3 largometrajes de Rísquez que completan la “Trilogía americana”: Bolívar, sinfonía tropikal (1980), Orinoko, nuevo mundo (1984) y Amérika, terra incógnita (1988).

Para Bolívar, sinfonía tropikal (1980), Blanco-Uribe realiza la música sin chance de componer previamente –debido a la presión que tenía Rísquez de cumplir con la pauta de conversión de Súper 8 a 35 mm en Los Ángeles–. Así que en simultáneo, mientras veía las imágenes, Blanco-Uribe toca e improvisa con los teclados, la percusión y los efectos sonoros, acompañado de su hermano, Richard Blanco-Uribe, en el contrabajo. La música, que dura el mismo tiempo del film, una hora y cuarto, fue concebida para una obra de cine sin diálogos ni sonido directo. Todo es imagen con música.

En el caso de Orinoko, nuevo mundo (1984), Blanco-Uribe utiliza muchos recursos sonoros, convencionales y no convencionales, utilizados como música. En esta película la música fue realizada con ritos y voces indígenas mezclados con sonidos de pájaros y monos, y editada como si fuese la música de la selva, haciendo de esto un collage de sonoridades fantásticas con música barroca y experimental. 

En Amérika, terra incógnita (1988), la música, que suena durante toda la película, fue hecha con un solo teclado multitímbrico digital que era la innovación tecnológica del momento, el Roland D-50. Blanco-Uribe consigue hacer una música irreverente y desconcertante. Al cacique indígena que se traen de América para mostrarlo en la corte de los Reyes españoles, lo sientan a escuchar música en un ambiente frívolo. De este modo, la irreverencia en la secuencia musical consiste en lo que el cacique escucha como música, que resulta absolutamente distinta a la sensación musical que escuchan los españoles en la corte. Hay un humor musical en estas secuencias.

Con esta Trilogía, en la que la música que se escucha es compuesta e interpretada por Blanco-Uribe y realizada con el mismo procedimiento de ver la película y grabar en directo, se confirma lo que siempre lo ha caracterizado: la búsqueda de poder generar productos musicales innovadores o distintos a lo que comúnmente existe.

Además del exitoso trabajo logrado junto a Rísquez, Blanco-Uribe compone la música para otras realizaciones de gran importancia como el cortometraje La Isla (1981) de Carlos Oteyza, por la que obtiene el “Premio a la Mejor Música” en el Festival de Cortometraje Nacional Manuel Trujillo Durán; el largometraje Roraima (1993) del mismo autor, y otro conjunto de largometrajes de autores como Mauricio Walerstein, entre los que destacan: Macho y hembra (1985), De mujer a mujer (1986) y Con el corazón en la mano (1987).

En cuanto a Macho y hembra (Walerstein 1985), Blanco-Uribe incluye, en la banda sonora del film, el tema de Ilan Chester, «Es verdad», que se convirtió en seguida en uno de los temas más sonados en ese momento y escuchados por la juventud y por todo el público que asistió al cine a ver esta película.

Reverón

Diego Rísquez - Detrás de cámara del Film Reverón

Para hacer la música y banda sonora de Reverón (Rísquez 2011), Blanco-Uribe vuelve a conectarse con la imagen igual que en Trilogía, añadiéndole nuevos recursos inspirados en la música venezolana tradicional y contemporánea. Por otra parte, nada más estético e interesante que poder trabajar inspirado quizás en el pintor más importante de Venezuela, Armando Reverón, y rememorar el trabajo que había hecho años atrás como creador del ambiente sonoro de El Castillete y sus visitas de niño a Macuto, en las que volvió a recordar los paisajes de la costa venezolana que lo emocionaron tanto. 

Música para largometrajes

En la película Reverón (Rísquez 2011), Blanco-Uribe vuelve a conectarse con la imagen igual que en la Trilogía, añadiéndole nuevos recursos inspirados en la música venezolana tradicional y contemporánea.

Por otra parte, nada más estético e interesante que poder trabajar inspirado quizás en el pintor más importante de Venezuela, Armando Reverón, y rememorar el trabajo que había hecho años atrás como creador del ambiente sonoro de El Castillete y sus visitas de niño a Macuto, en las que volvió a recordar los paisajes de la costa venezolana que lo emocionaron tanto. 

En la película El Malquerido, (Rísquez 2015), Blanco-Uribe se hace cargo de la escogencia, el montaje de los temas y de la grabación de la orquesta, que contó con la dirección y los arreglos del maestro Pedro Mauricio González, y en la que Blanco-Uribe concibió en su sonoridad la fusión de elementos de la música de Tito Rodríguez, Tito Puente y La Billo’s. La mezcla de la música y el sonido se hizo en Buenos Aires.

En cuanto a la producción, se trata del trabajo que mejor condensa toda la formación que adquiere Blanco-Uribe dentro de la Industria discográfica. Además, la realización de la música para esta película le permite poder cerrar un maravilloso ciclo en el que viaja de los años sesenta hasta su niñez, retomando aquello que había escuchado desde niño con fascinación: la sonoridad a lo Tito Rodríguez y su orquesta.

El malquerido

Diego Rísquez - Detrás de cámara El Maquerido 1

Alejandro Blanco-Uribe realiza tanto la música incidental como la banda sonora y producción musical completa de esta película dirigida por Diego Rísquez y basada en la vida del gran cantante marabino Felipe Pirela. En este trabajo, Blanco-Uribe concibe rememorar la sonoridad de grandes orquestas como las de Tito Rodríguez, Tito Puente y La Billo’s, contando con los arreglos de Pedro Mauricio González y un conjunto de músicos e intérpretes venezolanos extraordinarios. Ver sobre este tema a partir del minuto 21:33′ hasta los 22:55 minutos. 

Música para piezas de arte

Simultáneo a su trabajo como compositor de música para cine, elabora composiciones musicales y de sonido para piezas de arte, entre ellas, destaca The Pool, una instalación del artista Óscar Molinari, expuesta en el Museo Contemporáneo de Caracas en el año 1990, y que llamó mucho la atención por su originalidad y creatividad. Una de estas obras fue escogida por Sofía Ímber –la reconocida fundadora y directora de este museo–, para ingresarla a su colección.

Al año siguiente realiza como coautor junto a Molinari la obra Réquiem, inspirada como protesta a la destrucción de la geografía venezolana por la extracción del oro y el arrase ecológico del Amazonas. 

La instalación se presentó en la que ha sido considerada la mejor exposición colectiva de artistas venezolanos contemporáneos del momento: Venezuela, nuevas cartografías y cosmogonías, un evento que se convirtió en referencia para el arte venezolano.

La muestra tomó todos los espacios de la Galería de Arte Nacional entre los años 1991-1992. Una década después, entre 2001-2002, esta misma obra fue expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. 

Una de las 3 piezas que componen la instalación Réquiem, obra de Óscar Molinari y Alejandro Blanco-Uribe (1991)